Si como dijo el representante de la UGT, el morir sólo signifia que te haces invisible, Claudio debió sentirse muy a gusto el 16 de octubre reuniendo en el Centro Cívico La Rondilla de Valladolid a tantas personas que le querían, le respetaban y le admiraban en sus diferentes facetas. Como mestro de escuela y como maestro de vida, que fue para muchos de nosotros y nosotras.
Ya han narrado los Medios de Comunicación el Acto, ya se han hecho eco del mismo la página web y el blog de la Liga Española de la Educación que fué la entidad que organizó el Homenaje Laico a Claudio López Serrano, con la inestimable e imprescindible colaboración de Pepa Catón, Fernando Tomillo y la Liga Vallisoletana. Yo quiero contaros las pequeñas cosas. Esas que hacen de un acto social, un acto inolvidable.
Esperé que se disiparan los abrazos y frases de cariño, para acercarme a la familia. Les había guardado sitio en la primera fila, pero ellas querían sentarse en la segunda. Necesitaban sentirse protegidas. Añoraban esa fila de asientos por delante de ellas que las distanciara físicamente de la pantalla donde aparecía Claudio de joven, de mayor, de maestro, de político... que las distanciara de las personas que representaban a las asociaciones, a los partidos y que no hacían más que mencionar los hechos y la vida de su marido y padre.
Cuando me vio, fue Ventura la primera que dijo ¡Carmen! y me dio un abrazo de esos de los de verdad, de los que no puedes prescindir, de los que te cuesta separarte, mientras yo le susurraba: ¡mucha fuerza Ventura, mucha fuerza! Con Rocío pasó practicamente lo mismo porque ya nos conocíamos, pero para mi sorpresa se repitió con su hija Cristina, que como periodista y como hija me agradecía las palabras tan bonitas que siempre le escribo a su padre. El colofón fue que tras presentarme a las hermanas que no conocía me dieron ánimos para afrontar el acto. ¡Ellas a mí! y me dejaron un sito a su lado. Siéntate con nosotras... Para mí fue la mayor recompensa que podría obtener después de estar preparando durante un mes este merecido homenaje a Claudio. Esa y el que el presidente de la Liga Española de la Educación, Victorino Mayoral, en la actualidad mi jefe, al acabar el acto dijera: ¡Bien!
No hubo muchas anécdotas en el escenario, pero sí entre cigarros fuera del recinto. Allí Loles me contaba que una de las últimas veces que Claudio fue a "su casita" (la que lleva su nombre) estaba muy cansado, muy débil y se sentó en una silla, un tanto ajeno a las palabras con las que querían prestarle ayuda. En un momento determinado se acercó un niño pequeño y le dijo "Caudio, que ya he hecho pis yo sólo". Bastaron esas pocas palabras para que el cansancio se borrara del venerable rostro y la sonrisa aflorara a sus labios. Fue toda una transformación, me dijo su amiga Loles.
Habría que destacar muchas cosas del Homenaje: la mucha gente que había, los kleneex mojados, algunas de las intervenciones más emocionantes y personales... pero, sin duda, para mí lo más destacado fueron los miembros de su familia: su mujer, hijas, nieto, yerno...
Creo que si Claudio estaba allí de forma invisible les habría dicho: "Me siento orgulloso de todas vosatras. Ha merecido la pena vivir la vida por compartirla contigo, mujer, y por haber criado a las niñas. Le habéis echado coraje como yo se lo eché a la enfermedad y no quiero que dejéis de hacerlo. No me veis, pero me sentís y me presentís y cada lágrima que veo en vuestros ojos me pone más triste. Dejad de llorar y podréis vislumbrarme a vuestro lado, o en casa o en Aldeanueva. Es una pena que no sepáis que nunca voy a alejarme de lo que más he querido en este mundo y... en el otro. Os quiero con toda mi alma, ya que con el cuerpo no puedo".