Un Viernes en el Albergue "La Casa Verde" de Coria







Os confirmo: a las 6 de la mañana es de noche. Esa es a la hora que me levanté el viernes para ir a Coria en Cáceres y poder asistir a una reunión de trabajo y la inauguración de unas Jornadas Interculturales organizadas por mi organización: La Liga Española de la Educación y la Cultura Popular.
Fue una Jornada de Olores. Al llegar olía a campo, ese olor indefinido que no sabes si es a tierra, a hierbas, a aire limpio, a sol... igual que cuando pasas por una pastelería huele de una manera que quisieras que existiera un bollo con el sabor de ese olor.
Olía a camaradería, a charlas no laborales, a conoimiento de la gente, a ponerle humanidad a personas que ves a diario tras una mesa de la oficina, sin saber lo que piensa, lo que pasa en sus vidas, lo que opinan de sí mismas y lo que adivinan de tí. Olía a compañerismo, y para quien no lo sepa es un olor muy peculiar en el que se mezclan diferentes aromas: dulces, agridulces, picantes, ácidos, exóticos... No puede oler de otra manera porque cada persona es un mundo e intentar hacer un solo Mundo con todas ellas, es mezclar caracteres y vivencias, alegrías y sinsabores, experiencias tan distintas como lo que nos ha hecho a cada una y cada uno ser distinto de "los otros".
Olía también el viernes a colesterol. A esas dobledosis de colesterol que nos chutamos en forma de chuletas, chorizos, panceta, chistorra... que iban aromando el ambiente desde la barbacoa y que apenas podía apagar el olor de los tomates de las ricas ensaladas.
Llegó finalmente el olor de la despedida, de la vuelta, del cansancio... y según íbamos comiendo kilómetros, íbamos vomitando tanto ambiente sano para llegar en plena forma a la rutina, al tráfico, a las aglomeraciones y al olor a urbe.
Me huelo que no todo el mundo opinará como yo, pero para mí fue un viernes decisivo en el que dejé que algunos llamaran a "mis puertas", incluso hubo otros algunos o algunas a los que dejé entrar.

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