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Una serie caótica: Un Suárez sin carisma





No es que esperara mucho de la serie sobre Adolfo Suárez que iba a emitir Antena 3, pero sí compartía la curiosidad de muchos españoles y españolas por ver qué tratamiento le daban y por recordar --por qué no-- tiempos pasados en los que éramos apenas unos niños o adolescentes. Vamos que éramos más jóvenes.


La decepción ha sido grande. La primera el actor elegido para representar a Adolfo Suárez. Un secundario más bien feo y que, por supuesto, no tiene ni el carisma, ni la complexión física, ni la peculiar voz, ni el atractivo general que irradiaba del ex presidente del Gobierno, y más, en las épocas que hoy han retratado. Y ahí voy a la segunda pega que le pondría a la serie. Los continuos flasback no solo de épocas, sino de temas y de días u horas sobre un mismo tema,

Tuve la gran suerte de conocerle muchos años personalmente --a Suárez digo-- e incluso trabajé paras él. Comimos muchas veces juntos en la soledad de su despacho y puedo "prometer y prometo" que el de la serie se parece a Suárez como yo a Claudia Shiffer. O sea, nada y en nada.

Creo que ha sido un craso error, por otro lado, el poner a dos actrices conocidas e identificables todavía por sus papeles anteriores en otras series como las dos mujeres que acompañaron la trayectoria de Suárez en esa época. No se sabe si la que hace de Amparo Illana va a ir de policía como en su anterior serie a pararle los pies a Tejero o si Carmen Díez de Rivera va a participar en alguna operación, ya sea la de Hospital Central o la Operación Galaxia.

Del rey no quiero decir palabra porque en ningún momento se le ha visto como un rey. Si incluso ha jugado al escondite con Adolfo! y no se ha mostrado la íntima amistad que les unía. De Herrero Tejedor tampoco quiero mencionar nada que ya dirá algo su hijo y colega periodista Luis Herrero y de Abril Martorell, menos mal que llevaba unas gafas superreconocibles. Prácticamente le pasa lo mismoa Gutiérrrez Mellado...

En fin, mala elección de los actores y actrices, enrevesada narración del texto y absoluta invención del carácter de Amparo Illana y de sus relaciones matrimoniales con Suárez. Y no quiero decir más porque lo podréis leer en el libro que estoy escribiendo, para lo que me he retirado a Ávila por una temporada.
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El Tiempo y "el tiempo"


Cuando miras las agujas del reloj parece que el tiempo no corre, es como si se resistieran a moverse de su sitio. En cambio cuando no las molestamos con miradas intranqulas, inquietas o curiosas ellas adquieren vida propia y pegan saltos. De repente, son las dos y media y ya te han fastidiado porque tenían que ser las dos para llegar a tiempo a la cita y no habías contado con que ellas tienen vida propia y deciden si llegas pronto o tarde... deciden si esos 5 minutos en la cama se van a convertir en un cuarto de hora, impidiendo que puedas desayunar si quieres fichar a tu hora.
Cuando el reloj no marca minutos ni horas, sino que marca años, corre veloz cual guepardo numerado y nos iguala a todos y a todas en nuestras expresiones: ¡Hay que ver si parece que fue ayer cuando...! ¿No me digas que ya el décimo aniversario de...? o la más clasica de todas : ¡Hay que ver cómo pasa el tiempo...parece mentira!
El tiempo es un tirano que nos dimos los humanos en un afán masoquista sin igual. Nosotros lo creamos y nos ha salido rebelde, y ahora no hay quien lo meta en cintura. Le ha dado por correr y transformar el agujero de ozono en un desagarrón que a cada soplo de viento se hace más grande y nos deja, al lado de la chimenea y de los calcetines, "regalos" en forma de nieve, de frio ártico, de sol inesperado y, sobre todo, de días tristes en los que se confunden la luz del día y de la noche gracias a esas nubes negras, amenazadoras, lloronas, que nos hacen olvidar que por encima de ellas hay luz, un cielo azul maravilloso y un sol que se ha rendido ante tantos elementos con los que luchar.
Antedeayer entré en el metro, ese agujero sin fondo por el que corren o se deslizan esos gusanos de hierro a los que hacemos el favor de alimentar con nuestros cuerpos, y oí una música que despertaba en mí ecos de tristeza y, sobre todo, ecos de la juventud. Sonaba: "Reloj detén tu camino... porque mi vida se acaba...". Era la canción favorita de mi padre antes de morir. Pero yo, que soy positiva y que iba a hacer una gestión que me tenía que salir bien sí o sí, lo interpeté como un signo de su presencia y apoyo. "Reloj no marques las horas, porque voy a envejecer..."
Yo quisiera envejecer con el éxito en mis manos, si ser esclava del tiempo y con un sol radiante que me diga que la felicidad existe.