La Violencia de Género no es cualquier violencia
El origen más obvio de la Violencia de Género es el machismo imperante en
la sociedad. Pero, ahondado en ello, este machismo tiene su origen en una
sociedad patriarcal y androcéntrica, que pone al hombre como medida de todas
las cosas, concediéndole el espacio público, el prestigio, el mundo laboral
remunerado, el éxito, la fuerza, el poder, la razón y la toma de decisiones,
subordinando y relegando a las mujeres al ámbito doméstico, de cuidado de los
demás, no remunerado, al sentimiento y la mayoría de las veces, a la
invisibilización de sus personas y de sus logros.
Sí las cosas llevan así miles de años, es porque se ha promovido una
Educación en la que las cosas se mantienen como están, que no promueve ningún
cambio en los roles de mujeres y hombres, ni se fomenta la igualdad y la
equidad entre ambos sexos.
Cuando se producen cambios en las situaciones de las mujeres y éstas tienen
acceso al mercado laboral remunerado, no se produce paralelamente, la entrada
de los hombres en el cuidado del hogar y de las personas dependientes de la
familia, por lo que las mujeres se cargan con una doble y triple jornada de
trabajo.
La independencia económica de éstas, el contraste de la situación que viven
en su hogar con respecto a otros hogares, el poder adquirir información y
autonomía, el no consentir actitudes humillantes del pasado... provoca una
reacción en ciertos hombres (no todos) que quieren seguir imponiendo sus
criterios ideológicos y de actuación, por los medios que sean. Si no lo
consiguen, hay quienes no dudan en utilizar la Violencia, ya sea verbal,
psicológica, sexual o física... hasta llegar al asesinato.
La diferencia de este tipo de Violencia de género, con respecto a otras
Violencias es bastante clara, por mucho que haya quienes quieran
equipararlas... Como señala Miguel Lorente, médico forense experto en violencia
de género, se trata de un tipo de violencia que se aparta por completo
del resto de las agresiones interpersonales. La agresión a la mujer es:
·
Inmotivada. No hay un motivo real para la
violencia y como excusa pueden utilizar que la cena esté fría, que haya tardado
en coger el teléfono o que haya mirado a una persona indebida… (Es inimaginable
que ese mismo hombre ejerza la violencia contra un compañero de trabajo porque
no tenga grapas la grapadora, o porque el camarero le haya puesto poca espuma
en la cerveza…)
·
Desproporcionada y Excesiva. A pesar de no tener
motivos, chilla, insulta, golpea objetos, tira cosas y llega a pegar a la
mujer, que se siente impotente porque le hace creer que todo lo que ella hace
está mal. (Es impensable que tuviera la misma reacción en el trabajo, con un
compañero, un jefe o con un camarero o amigo)
·
Extendida. La violencia que ejerce contra la
mujer se extiende a la familia o amistades que la defiendan o la den refugio.
(Es incontestable que la violencia nunca la ejercería contra la familia de un
compañero o amigo)
·
Con intención de aleccionar, no tanto de
lesionar. Su pretensión principal es subyugar y someter a la mujer a sus
dictados y si para ello tiene que emplear la fuerza física más extrema, lo
hace.
Lo que pretende es demostrar que él tiene el poder y
el control, por eso no busca sitios alejados, ni utiliza la nocturnidad… Por
ello mismo, suele llamar a la policía e incluso entregarse a las autoridades,
con el fin de “dejar intacto su prestigio como hombre que impone su poder”.
Es por eso que la mayoría de los agresores desarrollan
habilidades especiales a la hora de relacionarse con otras personas fuera del
hogar. Son personas afables que intentan ganarse la confianza y el respeto de
los demás, incluso tratando en ocasiones a la mujer de manera exquisita cuando
se les ve en público, buscando la integración social en el terreno que le
interesa a la sociedad, el público, y manifestando la verdadera consideración
que tiene a la mujer en el seno del hogar o ante determinadas circunstancias.
Sabe que será su mejor coartada y el argumento más rotundo a su favor en caso
de que el caso trascienda a lo público. Por eso, e muchas ocasiones, la
descripción que hacen de él, vecinos o conocidos, es la de “una persona normal,
agradable…”.
Es muy consciente de la violencia que ejerce contra la
mujer, por el simple hecho de ser mujer. No lo hace contra otras personas, sino
contra el objeto de su sumisión y doblegamiento, por eso el maltratador debe
ser considerado un delincuente y no un enfermo. El violento no es un borracho,
ni un drogadicto, ni una persona que sufre depresión o patologías mentales, en
la mayoría de los casos. Es más, en ocasiones, beben o toman drogas, antes de
pegar o matar a las mujeres, para que esos hechos les sirvan de atenuantes o
eximentes, ya que tienen bien aprendida la ley y planificado el crimen.
La Violencia de Género es un hecho que sufren las
mujeres, pero que afecta a toda la sociedad, y es por ello que toda la
ciudadanía debe implicarse en su erradicación. ¡Demostremos que todos, mujeres
y hombres, estamos en contra de esta lacra social y en contra de estos
especímenes, más propios del pasado que de una sociedad democrática y libre, en
la que pretendemos vivir en igualdad ambos sexos! ¡Acudamos a la manifestación
del 7 de Noviembre y mostremos nuestra más profunda repulsa!
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