El Cáncer de Mama tiene nombre de Mujer: ESPERANZA


Quienes me conocéis hace tiempo, sabéis que he “fotografiado” los días de mi diagnóstico y tratamiento del cáncer paso a paso. Sobre todo para tranquilizar a quienes me quieren y esperaban mis noticias. Esa sonrisa en la foto, que no tuve que forzar más que en 3 o 4 ocasiones, les transmitía que ese día había salido ganadora del ring. A veces, incluso, vencedora, por puntos.

Sin embargo, hablar o escribir sobre ello lo he hecho poco, pese a que mi familia y algunos de mis más queridos amigos, creen que debería aprovechar mi profesión de periodista para hacerlo, pero eso saldrá cuando tenga que salir.

Hoy, en cambio, y no sé si porque tengo 3 o 4 amigas con dudas o pendientes de diagnóstico, me apetece decir algo. Y tratándose de mi, ya sabéis que no puede ser otra cosa que algo positivo: El cáncer de mama puede curarse. El cáncer de mama no significa, en la mayoría de los casos, extirpación de un seno. Ataca mayoritariamente a las mujeres, pero a la mayoría de las mujeres nos sobra Esperanza.

La prevención es súper importante. La palpación y autoexploración te la recomiendan todos los médicos, pero ¡ojo! que, a veces, ni siquiera es necesario porque te lo ves externamente. Un bultito como un grano o como una nuez, como me ocurrió a mi, sin que me diera por sospechar que aquello pudiera ser un cáncer.

Por dentro, por fuera, arriba, abajo, en la axila, en el pezón, con dolor, sin dolor, con supuración, sin ella… Da lo mismo. ¿Tienes dudas? ¡Vete al Médico! Y mejor al de Urgencias, para que no te pongan en lista de espera.

Cuanto antes descartes la malignidad más tranquila vas a vivir. Cuanto antes sepas la virulencia antes vas a afrontarla y mejor podrás atajarlo. Todo van a ser ventajas.

Si, por desgracia, te ocurre como a mí y el diagnóstico es positivo, te doy varios consejos:
1. Permítete llorar y gritar, pero sólo un tiempo ¡eh? (Yo tiré en la consulta, ante la doctora que me dio el diagnóstico todas las “estampitas” que una amiga me había hecho llevar en la mano. Se me cayeron las lágrimas, aunque fueron más de rabia que de pena)
2. No leas NADA sobre el cáncer, ni en Internet, ni en libros “especializados”, ni en ningún sitio.
3. Sigue al pie de la letra los consejos que te den los médicos y el personal sanitario que, además de ser de una profesionalidad mayúscula, son de una humanidad fuera de lo común. Tienen una sensibilidad que te hacen tan fácil el tratamiento que casi no te consideras una enferma. Y te hablo del 98% de ellos…

Lo que es absurdo, aunque humano, es preguntarse: ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo? O decir: “Con la de gente mala que hay por el mundo…” Eso no te lleva a ningún lado, más que a empeorar tu estado de ánimo y no te conviene.

¿Por qué a ti? Pues porque sí. Porque es la segunda enfermedad que ataca a las mujeres, porque el sobrepeso y la falta de ejercicio lo facilitan, porque el estrés lo acelera... Porque hay elementos psicológicos que intervienen. Porque, en algunos casos, influyen factores genéticos… ¿Qué más da? Está ahí.

Si se te rompe el coche o la lavadora, no te preguntas por qué te pasa a ti, piensas en cómo arreglarlos para seguir utilizándolos… ¡pues mucho más con tu propio cuerpo! En mi caso, me planteé además, que era una lección de vida que tenía que aprender, y así lo afronté.

No es que mi vida haya variado después en lo sustancial, porque no lo ha hecho, pero en su momento lo enfrenté como un reto. Me acordé de mi padre, al que el cáncer se lo llevó cuando apenas tenía 45 años y dejaba 6 hijos huérfanos, entre ellos yo que era la mayor, y grite: ¡Conmigo, hijo de puta de bicho, no vas a poder!

Eso es lo que hay que hacer, según mi opinión. Concentrar la rabia sobre el bicho (Yo le puse ese nombre, para poder tutearle).

Bueno he escrito mucho más de lo que pensaba. Espero que a alguien le sirva para algo. En definitiva, lo que quería era rendir homenaje a las LUCHADORAS que lo han superado. A las que no pudieron, no por no luchar, sino por la malignidad del bicho. A las que están en plena batalla, y a las que se unirán a esta guerra sin cuartel.

Y quiero hacer un llamamiento muy especial a los Hombres, a esos que se visten por los pies –como el mío— para que las ayudéis a prevenir, para que las cuidéis durante el tratamiento, para que las “acompañéis” en la enfermedad. Los hay que, no sólo no saben estar al lado de una mujer con cáncer de mama, sino que sencillamente, dejan de estar

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