Querido y odiado Santiago Carrillo: político de primera división


Santiago Carrillo era uno de los hombres que conjugaba la POLÍTICA con mayúsculas. Querido y odiado, casi a partes iguales, fue sin duda alguna quien demostró a la España "predemocrática" que los comunistas no eran esos seres con cuernos y rabo que nos había dibujado y tatuado la dictadura en nuestras mentes, ajenas --por real decreto-- a todo lo que no fuera "generalísimo"...

No conocí, obviamente, al Santiago Carrillo de la guerra civil, pero si le conocí personalmente en la época de la Transición democrática española y le he seguido en su etapa de serena rebeldía tertuliana.

En la época en la que yo era jefa de prensa de Adolfo Suárez, el ex-presidente me hizo muchas confidencias, me habló de muchos personajes de la vida política con los que le tocó lidiar o compartir. Santiago Carrillo fue uno de ellos. Con él se entrevistó en Francia hasta asegurarse que si legalizaba el Partido Comunista, éste iría por la senda del eurocomunismo y a favor de la democracia en nuestro país.

Compartían muchas cosas, además de fumar ambos como chimeneas a lo cual le ganaba Carrillo, tenían un gran sentido de Estado y, por qué no decirlo, un gran sentido del humor. Sus posiciones antagónicas en política, no les impidieron trabajar juntos por el bien común de España, por su modernización y por conseguir que los españoles y españolas pudieran tener voz a través de las urnas. Ambos compartieron la Transición política y la elaboración de la Constitución.

Creo que lo cuento en mi libro "Adolfo Suárez: Recuerdos Prestados" en el que Antonio Suárez pone toda la profesionalidad y la magia de sus fotografías... Es una anécdota narrada por el propio ex-presidente en la que el protagonista era Carrillo. Os la cuento: Días antes de la Semana Santa en la que Adolfo legalizó los partidos políticos en España, Santiago Carrillo ya se encontraba en nuestro país con la orden, o llamémosle recomendación, de que no se dejara ver en público hasta que la legalización fuera oficial. "Tendría que arrestarte" le comentó Adolfo... Y Carrillo, con su tradicional socarronería se rió, y le respondió algo así como: "Es que yo tengo que dejarme ver y tú que arrestarme".

Hoy nos ha dejado. Para unos un demonio, para otros un gran político, incluso para algunos, de uno y otro bando, un traidor... Personalmente creo que le tocaron tiempos muy difíciles que vivir y que, en cada momento lo hizo lo mejor que pudo o supo. Lo que está bien claro, es que tras la muerte del dictador contribuyó a la restauración de la democracia en España, de una forma pacífica y no cruenta. No creía ni en el cielo ni en el infierno, por eso creo que pasará directamente al limbo de los grandes personajes de la Historia. Esa historia que, según quien la narré, le ensalzará o le denostará.

Como político he dicho algo de él. En lo personal tengo que destacar su cercanía, su cultura y su gran sentido del humor, algo que le servirá si nos está viendo y escuchando tantas y tantas cosas que se dicen y se dirán de él.

Indiscutiblemente hemos perdido un político de la primera división. Aquella en la que jugaban los hombres que no consideraban la política como una forma de lucrarse personalmente. En la que se pensaba más en la ciudadanía que en los partidos o en ellos mismos. España, sin duda, no hubiera sido la misma sin su figura. ¡Ojo, no digo peor ni mejor, simplemente la misma!

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