¡Por fin se han acabado las Fiestas de Navidad!
Con la mandíbula desencajada de sonreir a tantas personas a las que casi no ves el resto del año. Ni te importa. Con la mandíbula desencajada de tanto comer proteínas, lípidos, grasas, etc. en forma de pez, pavo, cordero, gamba o roscón. Con la mandíbula desencajada de aspirar el humo de mil cigarrillos nocturnos regados con cava, champán o licores varios...
Terminan las fiestas, termina el año y seguimos celebrando como tontos, que somos más viejos, tenemos menos dinero en los bolsillos y más marcas en las ojeras, que han reposado en el regazo de la almohada mucho menos de lo que debieran, para no lucir ese morado purpúreo tan poco favorecedor.
Ahora hay que arreglar el estómago y la casa que está revuelta. Las sobras se acumulan en la nevera con una mezcla de olores altamente sospechosos... Y todo ¿para qué? Para fingir durante algunos días que todavía no hemos crecido del todo. Que tenemos algunas ilusiones de reminiscencia infantil que pueden ser revividas si le ponemos la conveniente dosis a los camellos de unos reyes, que vaya usted a saber si existieron alguna vez.
Para eso o quizá para que no nos acusen de siesos, descastaos, aburridos, serios... Vamos que para mantener al día la estima y la autoestima nos gastamos una pasta gansa y hacemos un huevo de cosas que no nos apetece ni un pimiento morrón. La verdad es que "estos romanos están majaretas".... Menos mal que por fin se han acabado las fiestas de Navidad, por lo menos hasta el año que viene, en el que volverá la burra al trigo...
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