Habíamos decidido mi hermana y yo --Laviñas como somos-- que íbamos a formar nuestra propia marea. Teníamos el corazón tan dividido, que no podíamos darle a una sola, nuestra presencia y compañía. Así, dispuestas con atuendos en los que predominaban el blanco, el violeta, el negro y el naranja, callejeamos elucubrando sobre la cantidad de gente que iría a la manifestación, hasta que no nos dio tiempo a más... La marea negra y la marea verde nos engulleron... Los servidores públicos (funcionariado) y las personas que se dedican a la Enseñanza nos balancearon hacia un lateral de la Castellana que, en esta ocasión se había convertido en la Extremeña, la Aragonesa, la Andaluza, la Asturiana...
Nos deslizamos entre Bomberos, Policías, SAMUR, Sindicatos... y nos dimos cuenta que en este mar de Solidaridad, salvo grupos excepcionales, las personas que nos rodeaban pasaban de los 30, de los 40 y, no cabe duda, que de los 50... Echamos de menos a más jóvenes aunque no faltaban y se hacían oir...
Al llegar a Colón, con el calor tan sofocante del trayecto, nos topamos con el primer "recorte": las fuentes estaban valladas, no se nos fuera a ocurrir meter las manos o los pies para refrescarnos en las plazas públicas, o sea, las de toda la ciudadanía. Menos mal que, prevenidas, íbamos pertrechadas con botellas de agua congelada y abanicos, que suponían un respiro entre la multitud que se agolpaba.
Ya en la plaza de Colón, todas las mareas se juntaron inundando de solidaridad a Madrid, que había dado, con carteles, la bienvenida a todos los españoles y españolas que venían con mucho esfuerzo de todas las Comunidades Autónomas.
Formaron las distintas mareas un mar de esperanza multicolor, en el que nuestras protestas elevaban el tono, para llegar con ellas a la isla, rodeada de policías, en la que se habían encerrado los gobernantes a los que precisamente gritábamos ¡Dimisión!
El calor meteorológico se unía al calor de nuestros corazones y de nuestra rabia, por los engaños, por las mentiras, por los recortes, por los insultos... pero no repetimos su conducta. No les dijimos ¡que os jodan!. Demostramos ser un pueblo pacífico, educado, razonador y responsable que quiere seguir viviendo en su España, en un Estado de Bienestar. El mismo que se ha cargado el Gobierno en apenas 9 meses. Lo que dura un embarazo llevado a término. En este caso "malparido".
Con canciones protesta como en los 60, con voces que recordaban a Quilapayún... esta manifestación del 15-S ha sido más como un darse cuenta de que "no estoy a solas con mis críticas" que una agresión --siquiera verbal-- al gobierno que nos está quitando el dinero, la salud, la educación, la vida... La indignación estaba escrita. Se reflejaba en los carteles y los lemas...
Una mezcla de mareas, nos llevó en oleadas calmadas, arrastradas, hacia una salida donde poder fumar un cigarro, beber un refresco y acoplar nuestros pies bajo una mesa a la sombra. Todo nuestro cuerpo nos lo agradeció y pensamos satisfechas en la felicidad que da "el deber cumplido".